Orgullo lilloano: un científico de la FML, entre los más influyentes del mundo
Orgullo lilloano: un científico de la FML, entre los más influyentes del mundo
“La trascendencia es nuestra utopía permanente, la zanahoria delante del burro. Y si esa trascendencia es ‘la película’, podemos decir que estas medidas de influencia son un cuadro de esa película”. Con estas palabras, el Dr. Juan Marcos Mirande -investigador de la Sección Ictiología del Instituto de Vertebrados de la Fundación Miguel Lillo y de Conicet- intenta describir lo que significa figurar en la revista PlosBiology, cuya publicación “Updated science-wide author databases of standardized citation indicators” (Bases de datos de autores actualizadas de indicadores de citaciones estandarizados) de Ioannidis et al. (2020), lista los científicos más influyentes en las diferentes áreas temáticas de todo el mundo. El Dr. Mirande figura entre el dos por ciento de científicos más influyentes en el área de Zoologia. Con humildad, claridad y rigor científico, responde a FML web:
En general me parece que es una cuestión de nichos. Ocupamos un lugar que estaba vacante, el de sistemáticos de peces con conocimiento profundo de los métodos filogenéticos. En Argentina no hay muchos sistemáticos de peces y muy pocos trabajan en filogenia. Los sistemáticos del resto de Sudamérica sí son abundantes pero en general tienen menos formación metodológica. Gran parte de nuestro aprendizaje está dado por dónde y con quiénes nos formamos. Por un lado, en otros países sudamericanos tienen acceso a gran parte de la diversidad de peces neotropicales y, por otro, Tucumán es un foco importantísimo de desarrollo metodológico por ser el epicentro de lo que podríamos llamar la “escuela Goloboffiana” (por Pablo Goloboff). En un principio yo –y después todo nuestro grupo de trabajo- supimos aprender lo mejor de estos dos mundos. Particularmente mi “influencia” en el mundo científico comenzó con las publicaciones de mi tesis doctoral, que representaron un avance importante en el conocimiento morfológico y evolutivo de los peces de la familia Characidae, la más diversa de Sudamérica. Era un grupo demasiado complicado para resolver con un solo trabajo y encararlo requería aprender mucho sobre peces y métodos filogenéticos. Entonces, hacía falta estar en el lugar indicado, tener contacto (y ayuda) de la gente indicada y trabajar mucho. Además, dormir tranquilo luego de publicar resultados necesariamente incompletos y con posibles errores de interpretación, sabiendo que esto “abriría el juego”.
“De mi tesis doctoral publiqué dos artículos que todavía son mis trabajos más citados y marcaron buena parte de mi línea de investigación actual. Y ahí volvemos a la “influencia”: se mide sobre todo por cuánto sean citados nuestros trabajos. En mi caso incidió el buen recibimiento que tuve entre mis colegas ictiólogos brasileños y colombianos, y también algunos criterios metodológicos que fueron replicados en análisis de otros grupos de organismos”.
El artículo de PlosBiology es una actualización de uno anterior, de 2019, en el que describieron una forma de estimar la influencia de los científicos basándose en diferentes factores. Es una fórmula matemática basada en la cantidad de artículos publicados, órdenes de las autorías, número de coautores y citas, entre otras cosas. Analizaron esta “influencia” tomando datos de la plataforma Scopus (scopus.com) para virtualmente todos los científicos en todas las áreas a nivel mundial y produjeron dos listados que incluyen a los 100.000 investigadores más influyentes a lo largo de sus carreras y los 100.000 más influyentes sólo en 2019, considerando todas las áreas de la ciencia. Y, además, los investigadores que están en el dos por ciento más influyente a nivel mundial en su disciplina, tanto en sus carreras como en 2019. Mi nombre aparece en la última de estas listas, dentro de ese dos por ciento para 2019 en la disciplina Zoología (y posición 173.119 considerando todas las disciplinas).
Para mí fue, sobre todo, una agradable sorpresa. Obviamente soy consciente de que esa posición depende de cómo se haga la estimación y también de que es solo para 2019, lo que no garantiza que tenga más influencia real que colegas que no aparecen en la lista ni que esté también ahí el año que viene. Pero claro que es una alegría y un orgullo, sobre todo por lo restringido de esas listas. Para tener una idea, soy el único investigador de la FML que aparece en alguna de las listas y en la “manzana del Lillo”, el único investigador que está –previsiblemente- presente es Pablo Goloboff (UEL), en un lugar muy destacado tanto en la lista global como en la de 2019.
Los científicos pensamos mucho en la trascendencia de lo que hacemos. Es decir, que lo que publicamos ahora le sirva a alguien dentro de 100 años o que haya gente que aprenda de nuestra experiencia como nosotros aprendimos de nuestros propios referentes en el campo. Y eso representa nuestra verdadera “influencia” en el campo científico, que no siempre puede reflejarse en un algoritmo. En la sistemática, hay muchas relaciones de “profesor(a)/discípulo(a)” y así como Mercedes Azpelicueta (Museo de La Plata) nos dirigió a distancia a todos en nuestro laboratorio, hay muchos otros colegas que fueron muy influyentes en nuestras carreras, desde gente que llegamos a conocer hasta Hennig, Darwin o Linneo, yendo hacia atrás en el tiempo. La trascendencia es nuestra utopía permanente, la zanahoria delante del burro. Y si esa trascendencia es “la película”, podemos decir que estas medidas de influencia son un cuadro de esa película.
Es bueno pero somos pocos. Argentina tiene sistemáticos de nivel mundial en muchos organismos, pero para progresar en el sistema científico de CONICET, que incluye a la gran mayoría de investigadores en el país, no alcanza con ser “el mejor sistemático del barrio” o con descubrir y describir especies nuevas para la ciencia (por más estimulante que esto sea) y publicarlas en revistas de segundo o tercer orden. Hay que ir un paso más allá, pensar en radiaciones evolutivas, escalas continentales o globales y publicar en revistas de máximo impacto en la comunidad científica. Y esto de alguna manera desalienta el interés en nuestra área de investigación, que se nutre en gran medida de la comprensión de nuestra propia fauna, que además no es tan rica como la de países más tropicales de Sudamérica. Por ello, el mismo tipo de publicaciones puede ser muy redituable para un investigador brasileño y un desastre estratégico para uno argentino. Entonces, volviendo a los peces, somos pocos pero tampoco hay un campo de acción ilimitado porque en la globalidad requerida por el sistema para nuestras investigaciones tenemos que competir y/o colaborar con colegas de todo el mundo, con la centésima parte del presupuesto de un norteamericano/a o la décima parte de los recursos de un brasileño/a.
Con el mismo esfuerzo con el que nosotros conseguimos recursos para ir a colectar en Misiones, un colega norteamericano organiza una campaña en varios países de África o un brasileño de São Paulo recorre el Amazonas o los principales museos europeos. Eso nos quita la posibilidad de competir mano a mano y la única forma de progresar en el sistema es colaborando con ellos (y que ellos colaboren con nosotros). Esto, a su vez, requiere de publicaciones propias que nos posicionen internacionalmente porque nadie colabora con un colega que no conoce o no reconoce.
“Si bien el sistema de CONICET, que financia gran parte de la ciencia argentina, requiere de investigaciones globales, el alcance local es también muy importante. En Estados Unidos y Europa se sabe desde hace décadas cuántas y cuáles especies viven en cada jurisdicción y, para ello, financian ciencia local desde hace mucho tiempo. Describir una especie nueva para la ciencia, además de ser muy gratificante, implica que una jurisdicción tenga un recurso biológico adicional, que los pobladores tengan en su río algo más para contarles a los visitantes y que en definitiva ese río deje de ser el mismo. La diversidad de cada ambiente es lo que lo define y justifica su valoración y cuidado. Pero volviendo a la trascendencia, me gusta pensar que tenemos dos tipos: una global, que en mi caso resultó “premiada” con esta lista; y otra local, que hemos sentido con cada una de las más de 20 especies que describimos desde 2003 con nuestro grupo de trabajo”.
“Es difícil que una revista europea de primer orden esté interesada en publicar una especie nueva del Río Salí, independientemente de la calidad del trabajo. Los editores de las revistas piensan en los mismos términos que los autores del PlosBiology: quieren citas. Esas citas luego determinan qué tan “exitosa” sea la revista y por lo general los trabajos de interés global son más citados que los locales. Nuestra ventaja local es que el carácter autárquico y el enfoque tradicionalmente sistemático de la FML permiten complementar los criterios de CONICET, dándole a la ciencia de excelencia, pero carácter local, el lugar que se merece”.