Aguara guazú

(Chrysocyon brachyurus)

El Aguará Guazú es uno de los más bellos exponentes de nuestra fauna.

Dentro de los cánidos silvestres es la especie mayor envergadura, pueden superar el metro de altura y su longitud puede llegar hasta los 125 centímetros a lo que debemos sumarle una cola de unos 45 centímetros. Esbelto y delgado, su peso llega a los 30 kilogramos. Sus largas patas le permiten ser un veloz corredor y un muy buen saltador, bien adaptado a los terrenos abiertos e inundados donde habita.

Estos animales cuentan con un pelo largo y frondoso, de color anaranjado casi rojizo. Este pelaje es más largo en la región del cuello por lo que da el aspecto de poseer una melena. El hocico, las patas y en toda la extensión de su espina dorsal, el aguará presenta manchas negras y algunas de color blanco en la garganta y en el interior de las orejas.

Habita zonas inundables, con pastizales y parches de bosques y palmares. Es un animal solitario, tímido y desconfiado, que suele cazar al anochecer y durante la noche. Se alimenta de presas pequeñas como ranas, lagartos, víboras, roedores, armadillos o insectos. También persigue aves, devora sus huevos y come distintos frutos y raíces.

Principales amenazas

  • La destrucción de su hábitat original por el avance de las fronteras agrícolas y ganaderas.
  • La caza furtiva.
  • La introducción de cultivos exóticos
  • Las rutas asfálticas.
  • Su captura, por lo general accidental o por temor infundado ya que también es víctima de las creencias, de origen europeas, ya que se lo confunde habitualmente con el “lobizón” (especie de hombre lobo), motivo por el cual es perseguido y cazado impunemente.

Los pocos ejemplares que sobreviven hoy en día están en Chaco, Formosa, Corrientes y Santa Fe. Si todavía existe en Misiones, Córdoba y Santiago del Estero, su presencia es solamente casual. También se lo encuentra en el sur de Brasil, Paraguay y Bolivia. En el siglo pasado se extinguieron en la República del Uruguay y la región bonaerense lindera con el Río de la Plata.

Si se extinguiera, no sólo desaparecería una valiosa especie, sino también la magia del paisaje nocturno del nordeste argentino. En las noches de luna llena ahora nada nos sobresaltará al recorrer los senderos.